Año 3. Número 2. Volumen 6

Julio - Diciembre 2013

Páginas 6 - 18

 

 

Elementos de Etnomedicina Veterinaria

en la Historia De Venezuela

 

 

 

Naudy Trujillo Mascia, M.V., M.Sc.

 

Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina Veterinaria

 

Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado

Decanato de Ciencias Veterinarias

Cátedra de Historia, Ética y Deontología de la Medicina Veterinaria

Edificio “B” - Núcleo Tarabana. Telf. 58-251-2592416 Fax 58-251-2592404

naudytrujillo@ucla.edu.ve

Barquisimeto, Venezuela

 

RESUMEN

El crisol en donde se formó el mestizaje racial durante el período colonial en el Nuevo Mundo también sirvió para la unión sincrética, en tanto a fusión y asimilación, de diversos elementos provenientes de Europa, África y América relacionados con la preservación o recuperación de la salud, tanto de humanos como de animales, que habían sido aprendidos y transmitidos por los llamados sanadores, presentes en cada cultura, con el propósito de lograr la supervivencia.

Este conjunto de conocimientos derivado de experiencias compiladas a lo largo de los siglos, inclusive mucho antes del establecimiento formal de las ciencias médicas, se denomina genéricamente Etnomedicina o Etnomedicina Veterinaria, dependiendo de las especies atendidas, y abarca tantas disciplinas como por ejemplo la botánica, la química, mineralogía, la biología, la antropología, la teología y el misticismo, la ecología, la economía, la lengua, la sociología, la zoología, la farmacología, la geografía y la nutrición, entre otras.

Presentaremos algunos ejemplos de estas formas de prevención y curación de enfermedades dadas en la historia venezolana, que permitirán evidenciar la integración de los saberes de las personas, las habilidades, los métodos, las prácticas y las creencias en función de atender el bienestar de los individuos.

Palabras clave: Etnomedicina, Etnoveterinaria, Venezuela, Historia

ABSTRACT

This article presents some examples referred to integration of knowledge, methods, practices and beliefs about prevention and healing and related with ethnomedicine and veterinary ethnomedicine observed in Venezuela’s history. This knowledge, dedicated to gain battles against diseases and get survival, surges before the formal establishment of medican sciences in Venezuela from syncretism of ancient practices of Europeans, Africans Slaves and Indigenous healers united in the colonial period and it combines different disciplines like: botany, chemistry, mineralogy, biology, anthropology, theology and mysticism, ecology, economy, language, sociology, zoology, pharmacology, geography and nutrition, among several others.

Key words: Ethnomedicine, Veterinary Ethnomedicine, Venezuela, History

 

 Introducción

Desde tiempos remotos, las civilizaciones de diferentes partes del mundo han desarrollado conocimientos acerca del uso de muchos elementos de los reinos animal, vegetal y mineral relacionados con la preservación o recuperación de la salud, tanto de humanos como de animales, que habían sido aprendidos y transmitidos por los llamados sanadores, presentes en cada cultura, con el propósito de lograr la supervivencia.

En el caso del llamado Nuevo Mundo, el mestizaje racial desarrollado durante el período colonial también sirvió para la unión sincrética, en tanto a fusión y asimilación, de diversos elementos provenientes de Europa, África y América

No obstante, debido a la gran riqueza del elemento vegetal americano, éste destaca sobre los otros llegando inclusive a sustentar la elaboración de fármacos de importante valor terapéutico. De hecho,

“El mayor peso de la farmacopea [americana] precolombina estuvo en el reino vegetal, a despecho de que la selección inicial de las plantas atribuida a algo tan poco racional como una escogencia de los dioses. Desde luego, a pesar de ser menos numerosos, también había medicamentos de origen animal y mineral aunque más inmersos en las concepciones mágicas.”[1]

 

Y aunque los conquistadores trajeron numerosas hierbas de Europa y África, la mayoría de las plantas medicinales usadas durante la colonia eran específicamente americanas por lo que

“…su existencia y sus propiedades eran totalmente desconocida en el Viejo Mundo antes de la Conquista (…) algunas se han revelado extraordinariamente eficaces (…)  tanto por si mismas como por los principios activos que han logrado ser extraídos de ellas desde comienzos del siglo XIX.”[2]

 

Por tanto los indígenas americanos manejaban un rico arsenal terapéutico herbolario, que se nutrió de costumbres de los esclavos negros africanos, así como del conocimiento de algunos españoles que al final fueron combinándose y desarrollando un conjunto de conocimientos y experiencias empíricas, de las cuales muchas sobreviven hasta hoy.

 

Este conjunto de conocimientos derivado de experiencias compiladas a lo largo de los siglos, inclusive mucho antes del establecimiento formal de las ciencias médicas, han hecho surgir unas nuevas disciplinas denominadas genéricamente Etnomedicina o Etnomedicina Veterinaria, dependiendo de las especies atendidas, que crean puentes entre la medicina y las ciencias sociales y humanas;  y que asocian de manera transdisciplinaria[3] áreas como la botánica, la química, la mineralogía, la biología, la zoología, la farmacología, la nutrición, la ecología, la geografía, la antropología, la arqueología, la sociología, la teología y el misticismo, la economía, la lengua, entre otras, en la búsqueda de la vida sana y la recuperación de la salud, bajo su concepción de hecho integral de bienestar o equilibrio físico, psicológico y social[4].

 

Es así que frente a los monopolios industriales y comerciales de los fármacos patentados, a su carestía y a su carencia, existe hoy gran interés por la investigación sobre el uso tradicional de hierbas y de otros elementos en las diversas culturas con el propósito de generar o nuevos medicamentos y nuevas terapias no tradicionales o no convencionales, así como reutilizar aquellas olvidadas que puedan tener en nuestros días extrema importancia, que sean baratas y de fácil acceso y que tengan hasta un orden estratégico en las ciencias biomédicas[5] de manera de ponerlas a disposición de todos. Situación que ha llevado a que Etnomedicina o Etnomedicina Veterinaria sean objeto de profundo estudio, y aplicación en diversos países del mundo.

 

Etnomedicina Veterinaria en Venezuela Colonial

En general, los sistemas de curación primitivos usados en las zonas ganaderas de la América, de la etapa colonial y de la actualidad, son resultado del sincretismo de conocimientos naturalistas indígenas y africanas con prácticas empíricas tradicionales españolas además de la adición de ciertos y reducidos adelantos científicos. La suma de estos elementos es lo que se ha denominado recientemente Etnoveterinaria, que nos es otra cosa que el saber zoosanitario radicado en el colectivo.

Los indígenas hicieron aportes importantes que se sumaron a los conocimientos empíricos europeos en la terapéutica mestiza colonial; también los negros africanos aportaron lo propio en las unidades de explotación situadas en las áreas rurales, llegándose a convertir, por ejemplo, en el siglo XVIII en los llanos occidentales en los mejores curanderos mediante el uso de medicamentos y brebajes de hierbas y plantas, además de oraciones y sortilegios[6]; y por otro lado, los albéitares-herradores[7] españoles en la conquista de América terminaron por hacer

“…igualmente de boticarios, y a los medicamentos de procedencia española como el romero, la salvia, la mandrágora y la ruda, incorporaron la prodigiosa floración de la medicamenta aborigen del reino vegetal, con una colección de hierbas que abarcaban hasta las alucinógenas que tan primorosamente nos relata Bernandino de Sahagún.”[8]

 

En Venezuela hasta el siglo XIX, debido a la falta de prevención zoosanitaria ocasionada por la limitada atención científica, las enfermedades aisladas, más aun las epizootias y enzootias[9], resultaban catastróficas; no habiendo mucho que hacer para salvar los rebaños si estas se presentaban. En los hatos, fundos y haciendas o durante los arreos de traslado, los animales enfermos, tanto equinos como bovinos, comúnmente eran sacrificados aprovechándose solamente su cuero debido al temor de consumir carne de un animal afectado.

 

Bajo este ambiente de limitaciones, sin embargo, el uso de las purgas, unturas, emplastes y cataplasmas vegetales en su mayoría, pero con incorporación en ocasiones de productos de origen animal y mineral, fueron prácticas comunes en el ambiente ganadero; y muchas de estas prácticas siguen siendo usadas en zonas rurales y remotas.

 

En efecto, solo en casos muy excepcionales donde el animal era víctima del algún percance leve (como una pequeña herida, una caída o un golpe), en el caso de afecciones podales no complicadas, en golpes de calor o en lesiones dermatológicas que comprometieran la calidad del cuero o las facultades de carga del animal se decidía a aplicar tratamientos.

Estas acciones terapéuticas incluían, entre otras cosas, el uso de cataplasmas de hierbas, collares de ajo y emplastos de chimó[10]. La Cocuiza (Agave fourcroydes o Furcraea andina) también es comúnmente utilizada ya que

“Su zumo es profiláctico y cicatrizante [colocado] en heridas, erupciones y lujaciones. Adormece, quita el dolor y aumenta la circulación sanguínea. Se usaba mucho en los esclavos cuereados.[11]

 

Asimismo, los recrecimientos de la piel, las ulceraciones debidas heridas o al roce con  los aperos o el Mazamorrón, que es como se llamaba la ulceración del surco coronario del casco del caballo, eran tratados a hierro candente[12] con la posterior colocación de cataplasmas vegetales o ungüentos naturales.[13]

            Para afecciones de la piel en humanos, viajeros como Caulin y Gumilla mencionan que los indígenas venezolanos usaban las cáscaras de los frutos del Guamache o Guamacho (Pereskia guamacho) y del Jobo (Jobo: Spondias cytherea o Jobito: Spondias Bombin)para cicatrizar llagas, el Tabaco (Nicotiana tabacum) para tratar mordeduras de serpientes, la corteza del tronco del Guayacán (Tabebuiasp) para las hinchazones y la semilla del Merey (Anacardium occidentale) molida como cáustico para tratar empeines y ronchas[14]; sin embargo, no es nada descabellado que se haya echado mano de estos medicamentos para tratar afecciones dermatológicas animales.

Otros medicamentos de origen vegetal que efectivamente se usaban en animales eran los laxantes hechos con Berro (Lepidium sativum) colocado en aguardiente o el líquido aceitoso color topacio extraído de los frutos del Tártaro (Tártago de Venezuela: Ricino ricinus communis) mezclado con leche de yegua o burra[15]; también Gumilla y Caulin mencionan que los indígenas usaban para tal fin la fruta de la Maya (Bromelia chrysantha), el Tourko (¿?) o Canela de El Tocuyo (¿?)[16] y la Tuatúa (Jatropha gossypiifolia)[17].

 

La investigadora Evangelina Pollak-Eltz ha identificado algunos medicamentos indígenas venezolanos como la infusión de semillas y hojas de Cariaquito (Lanten sp), Guamacho (Petreskia guamacho) y Onoto (Bixa orellana) para la fiebre; las cataplasmas de Guamacho y Verdolaga (Portulaca oleácea) para las heridas infectadas; el Bálsamo de Copaiba (Copaifera officinalis) mezclada con miel y Cocuiza (Aloe vulgaris)[18] para la cicatrización; Aji (Capsiccum sp) mezclado con sal y saliva humana para los ojos infestados; Cuerno de Ciervo[19] mezclado con jugo de Tabaco (Nicotiana tabacum) para tratar mordeduras de culebras.[20]

Por cierto que el uso de las hojas de Tabaco en cataplasmas y bebedizos para cicatrizar heridas parece ser una práctica común entre los negros esclavos africanos.[21] De hecho en el caso del origen de los medicamentos en la medicina indígena americana y africana

“Estudios comprueban que en algunos casos el uso de las plantas medicinales es idéntico y en otros casos la misma planta o alguna similar tiene usos distinto (…) es cierto que los africanos, cuando fueron llevados a América, no podían traer plantas pero si tenían conocimientos de remedios naturales y podían identificar muchas hierbas parecidas en el nuevo ambiente.”[22]

 

Luego, dada la simpleza de los ingredientes presentados por la doctora Pollak-Eltz y lo común tanto en humanos como en otros animales de las patologías mencionadas, muy probablemente todos estos medicamentos antes descritos fueron también usados en atención veterinaria.

De hecho, no son raras en la historia tanto de la conquista como de la colonia americana, noticias de personajes que ejercían la atención sanitaria tanto de animales como de humanos.

Junto a los conquistadores y colonos españoles y sus rebaños de ganado, particularmente de caballos, llegaron a tierras venezolanas también algunos conocedores de las artes de la herrería y el cuidado y la sanidad animal, algunos de ellos efectivamente albéitares o herradores, sin embargo muchos fueron en ocasiones médicos empíricos, boticarios, barberos sangradores o simples caballeros[23] y ganaderos, y en la mayoría de los casos herreros; estos últimos, aunque dedicados fundamentalmente a la actividad metalmecánica de construcción y forja de herraduras, practicaron el herraje por la necesidad imperiosa del proceso de conquista y todos probablemente se transforma­ron, de hecho, en albéitares practicantes del cuidado animal por la carencia casi absolu­ta de estos profesionales, tal y como podrían evidenciar algunas investigaciones.

También estos albéitares habrían, en algunos momentos, atendido humanos tal y como puede verse por ejemplo en la novela histórica Zárate de Eduardo Blanco, en la cual se da cuenta de uno de ellos, no identificado, en los Valles de Aragua en los comienzos de la época republicana venezolana, quien curiosamente además es requerido para practicarle una sangría no a un animal sino a un humano, prisionero y moribundo[24]. No es de extrañar entonces que habiendo en la conquista de América tan poca cantidad de personas dedicadas a la salud humana, los albéitares y otros personajes encargados de la salud animal

“…a solas y con la muerte rondando, tenían que atender no solo al caballo sino a su jinete…”[25]

 

Otros ejemplos de esta afirmación son, por un lado, el de Juan Cordero uno de los primeros herradores y albéitares de Buenos Aires en su fundación a fines del siglo XVII y que hacía además de cirujano[26]; y el caso del sacerdote misionero jesuita en Brasil José de Anchieta, fundador de Sao Paulo y Río de Janeiro, quien en marzo de 1550 le relata en una carta a sus hermanos de orden en Coimbra que estando en la localidad de Piratininga sirvió tanto como albéitar como médico diciendo

“…serví de albéitar algún tiempo, esto es, de médico de aquellos indios, y esto fue sucediendo al hermano Gregorio, el cual por mandato del padre Nóbrega, sangró algunos indios (…) Habiendo partido el hermano Gregorio, (…) quedé en su lugar y sangré muchos dos y tres veces y recobraban la salud. Y juntamente servía de poner emplastos, levantaba espinas y otros oficios de albéitar que eran necesarios para aquellos caballos, esto es los indios.”[27]

 

Confesión que ilustra muy bien el concepto que prevalecía entre los colonizadores del Brasil sobre los habitantes de esas tierras: Los indios eran seres sin alma, por tanto se asemejaban a los caballos.[28]

 

Pero volviendo a la terapéutica usada por pueblos indígenas, otro campo en donde los aborígenes americanos de condición guerrera, y los habitantes de la actual Venezuela quizás no fueron la excepción, alcanzaron un cierto conocimiento fue en la cirugía. Para la atención de los combatientes heridos

“…los precolombinos lograron algún progreso en (…) [la práctica] hemostática, analgésica y antiinfecciosa…”[29]

 

conocimientos de los cuales se nutrieron los conquistadores españoles para conjugarlos con los suyos y usarlos en su propia atención y la de sus animales.

 

Podemos ver como otros tratamientos indígenas para afecciones más o menos simples se utilizaban desde antaño y se hicieron tradicionales en toda la población siendo ampliamente utilizados en la salud humana tanto como en la animal, al punto que en el siglo XIX fueron famosas las recopilaciones hechas por interesados en el poder curativo de la hierbas y sus acciones terapéuticas en Venezuela como el médico y estudioso de las plantas Gerónimo Pompa en su obra compiladora Medicamentos Indígenas de 1868 que incluye un suplemento sobre enfermedades del caballo en donde entre otras cosas recomienda para las llagas producidas por las sudaderas y las sillas en las bestias lavar la lesión con jugo de Cocuiza (Agave fourcroydes o Furcraea andina) untar manteca con carbón y colocar una hoja de Plátano o Cambur (Musa sp) soasada antes de poner de nuevo la sudadera[30].

Otro caso es el del recopilador de conocimientos antiguos Telmo Romero, quien en 1884 publicó un libro de secretos indígenas llamado El Bien General que incluye un Compendio de Veterinaria que agrupa instrucciones y recetas para el manejo de animales, especialmente bovinos y equinos, y el tratamiento de sus enfermedades presentado recetas para curar afecciones como la derrengadera equina (tripanosomiasis), sarna, moquillo, y algunas parasitosis.[31]

En las fórmulas farmacéuticas de Romero predominan las mezclas de elementos vegetales animales y minerales que son usados en forma de purgantes dado el apego de Romero a la concepción de la teoría de los humores; las mismas recetas en ocasiones eran recomendadas para ser usadas a manera de unturas y cataplasmas[32].

Como ejemplo tenemos el comentario de Romero con respecto a la sarna en caballos, la cual era tratada hacia 1884 en Venezuela,

“...como se hacía desde mucho tiempo atrás, con una mezcla de libra y media de manteca de res, cuatro onzas de frutas de bixa, bija o sea onoto [Bixa orellana], cuatro de cebadilla pulverizada...”[33]

 

la cual era cocinada para extraer el jugo que era colado en un lienzo y administrado, aun tibio, vía oral al animal. El sólido restante del colado se untaba en las lesiones.

Romero también indica que para las nubes, formadas por golpes o cualquier otro incidente, en los ojos de las bestias se le instilaba en el lagrimal un colirio preparado con

“Media onza de Acíbar de Zábila [Aloe vera], media onza de Miel de Abejas y 6 granos de Sal Común”[34]

 

Para los callos y las gomas se recomendaba una untura compuesta de los siguientes ingredientes:

“Aceite de Coco 2 onzas, Aceite de Linaza 2 onzas, Ácido Fénico 4 onzas y Bromato de Potasa 1 onza”.[35]

 

Otros ejemplos de antiguas prácticas etnoveterinarias coloniales que han sido tradicionales en la zona oriental de Venezuela, incluida la isla de Trinidad, y que han llegado hasta nuestros días son el uso de plantas para el tratamiento de afecciones en los equinos descritos por un equipo de investigadores canadienses y trinitarios entre los que destacan un cocimiento ya sea de hojas brotes y frutos de la Guayaba (Psidium guajava) o de Plátano o Cambur verde (Musa sp) para la diarrea; cataplasmas de Cactus o Tuna (Opuntia sp), Zábila (Aloe Vera) u hojas o aceite de Ricino (Ricino ricinus communis), también llamado aceite de tártago o de castor, para las torceduras y lesiones de tendones[36], así como el uso de la Liana o Bejuco Cadena (Bauhinia cumanensis) para el tratamiento de mordeduras de serpientes en humanos y perros cazadores[37], práctica también conocida entre la etnia Warao del Delta del Orinoco[38].

 

Como ya hemos dicho, la mayoría de las plantas medicinales usadas durante la colonia eran específicamente americanas; sin embargo, el intercambio con el mundo a través de los europeos provocó la incorporación del arsenal terapéutico de plantas provenientes de todos los continentes al punto que investigadores señalan que de 216 especies estudiadas en el año 2000 en el norte de Suramérica (Brasil, Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú) 80% fueron de origen europeo, mediterráneo o asiático, 9% de origen africano y 8% provenientes del nuevo mundo[39].

Ejemplo es la introducción de la Granada (Punica granatum), de origen mediterráneo, pero ampliamente distribuida en el sur de la península ibérica en donde los ganaderos utilizan el macerado y cocido de su raíz vía oral como antihelmíntico, en especial para las tenias (Taenia saginata o Taenia solium); aunque se conocía también el poder antibacteriano y cicatrizante del macerado de las flores o la corteza de esa fruta colocado sobre las heridas y úlceras[40].

 

También es importante mencionar otros elementos de la cultura popular asociados al tratamiento de enfermedades, como los esotéricos usados por conocedores que no dejaron constancias escritas de sus “saberes” y prácticas, y de las cuales algunas han llegado hasta nuestros días por tradición oral. Una de ellas consiste en rezar para curar al ganado y justamente el novelista  Rómulo Gallegos en su periplo apureño en las jornadas de investigación para escribir su obra Doña Bárbara (1929) tuvo contacto con estas prácticas. De hecho, Gallegos cuyos protagonistas casi siempre se basaban en personajes reales, incorpora en esta novela a un individuo de nombre Melquíades quien era conocido como “El Brujeador” por sus habilidades con la oración para domar potros y sacar el gusano del ganado y cuyos rezos estaban compuestos por una serie de gestos, conjuros y hasta la elección del día de la actividad dependiendo de la fase de la luna[41]. En efecto, el rezo, las solicitudes de protección y las promesas, a santos católicos como San Lázaro, San Francisco de Asís o San Martín de Porres o a cultos paganos como María Lionza todos relacionados con los animales, para la cura de sus afecciones han sido también mucho uso en Venezuela.

En el estado Guárico, en pleno corazón de los llanos venezolanos, existen tradiciones de este tipo. Por ejemplo, en Camaguán los rezos y ensalmes se utilizan contra el mal de ojo, culebrillas, erisipela, lombrices, parásitos, picadas de culebra, plagas e insectos; sirven también para espantar culebras y proteger a las personas y animales; en tal sentido sostiene Malaspina, historiador de la medicina de esa región venezolana

“Julio De Armas dice que para las mordeduras de animales el campesino guariqueño recurre tradicionalmente a emplastes de tabaco [Nicotiana tabacum] masticado, cauterización con hierros, clavos candentes, oraciones y ensalmos.”[42]

 

Solo es a finales del siglo XIX, cuando el conocimiento de nuevas tecnologías provenientes de exterior fue aumentando, sobre todo con el intercambio establecido en el período guzmáncista[43] con Francia, país natal de la medicina veterinaria científica y académica, empezaron a conocerse las técnicas de prevención y tratamiento de enfermedades de los animales, incluidos los novísimos medicamentos patentados, que los ganaderos fueron asimilando rápidamente. No obstante, los sistemas de tratamiento antiguos siguieron siendo de uso común en muchas regiones del país, tal y como quedó establecido el 1º Congreso de Agricultores, Ganaderos, Industriales y Comerciantes de Venezuela efectuado en Caracas entre el 02 y el 23 de julio del año 1921, cuando se decía que

“…la generalidad de los criadores son personas muy entendidas o prácticas en las curaciones de distintas enfermedades que se presentan en los animales y aplican (…) [algunos] sistemas tradicionales de curación[44]

 

Algunos de tales sistemas aplicables a caballos, mencionados por los ganaderos en el referido congreso, los cuales constituyen verdaderos ejemplos de etnoveterinaria, son

“…el uso de baño de agua fría para la derrengadera[45]. La sangría y el abrigo de las bestias previo baño caliente con infusión de guaco y aguardiente para mejorar la bobita[46]. El engrase del lomo y el uso del agua de corteza de guásimo [Guazuma ulmifolia] para bebida en el tabardillo. Fricciones de limón con sal, pomada azufrada, manteca de cerdo o de una mezcla 1:1 de aceite de coco con kerosén para combatir el arestín[47]. Fumigación nasal de humo de yesca (Corazón de maguey [Agave fourcroydes o Furcraea andina]) o insuflación nasal de sal molida para el muermo” [48]

 

Y para el ganado vacuno recomendaban

“baño de agua fría para controlar el vegijazo o hinchazón de la vejiga. Un collar de limones agrios para la papera. Jarabe de ipecacuana 3 veces al día para la disentería. Sulfato de hierro en polvo para la diarrea del ternero. Untura en las zonas externa de una mezcla 1:1 de aceite de linaza con kerosén o en las zonas internas de una mezcla de 12:1 de sal con azufre para las garrapatas. Los animales que consumen sal muy rara vez se les observan nuches[49]”.[50]

 

Por cierto que, los nuches y otras miasis, al parecer fueron de las principales enfermedades observadas por los ganaderos coloniales españoles en Venezuela tal y como lo señala Pablo Vila, refiriéndose Relación Geográfica de Nueva Segovia de 1579[51], la cual habla de que los

“…‘…animales que de España han venido se dan muy bien, solo hay un inconveniente que si está herido un animal de los dichos y no se visita en breve, le caen muchos gusanos y así por esta causa no se cría como se criara sino hubiera este inconveniente’. Inconveniente que se extenderá a todo el ámbito nacional y cuya duración es ya demasiado prolongada.”[52]

 

Ejemplos de Etnoveterinaria Colonial en la Región Barquisimeto

 

Aunque pudiera ser notorio el establecimiento de prácticas etnomédicas en la región Histórica Barquisimeto durante la colonia, sobre todo el uso de hierbas, debido a lo abundante de su existencia,  hecho que ha sido reseñado en variados documentos, como la mención que Oviedo y Baños hace en su obra de que se daban en la jurisdicción de Carora

“…  resinas aromáticas, que tiene aprobada la experiencia por antídoto admirable para curar heridas; y excelente preservativo para pasmos…”[53]

 

Los registros del uso de este tipo de medicamento es relativamente pobre; veamos un par de ejemplos

En una relación geográfica de 1768 de José Antonio Rodríguez Tamayo[54], Teniente Justicia Mayor, Corregidor, Juez Ordinario y Juez de Comisos de Humocaro Alto, Humocaro Alto y Chabasquén, en la que detalla las hierbas, raíces, y frutos con uso medicinal que existían en su jurisdicción y que constituían una verdadera botica, en ocasiones con efecto curativo mayor a los productos expedidos en los establecimientos. Rodríguez reseña  que:

“El dictamo real, que es cálido; la jarilla, que es aromática y resinosa, sirve para descomposturas de huesos y tumores; la doradilla, que es fresca, purifica la sangre y sirve para el hígado; la virabira, para el mal de orina; la yerba dulce, pectoral; el polipodio fresco, que refresca la cólera; el orozus pectoral; el culantrillopurgante; la borraja  fresca; etc.”[55]

 

hierbas que muy probablemente fueron usadas también en animales.

 

 Otra muestra de etnoveterinaria es la que presenta Joseph Vicente de Tarbe, quien señala que en la zona de Carora hacia 1768 se usaba la el zumo de los cogollos de la Úbeda mezclado con sal para quitar las nubes de los ojos[56] de las bestias[57].

 

FUENTES

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Testimoniales

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JAVITT, Milva (Médico Veterinario, M.Sc. en Salud Pública). Hablemos de Epidemiologia Veterinaria. Entrevista realizada en Enero del 2013.

 

Notas al Pie

[1] GONZÁLEZ GUERRA, Miguel. Medicina la América Aborigen. Un ensayo reivindicativo. pp 182-183.

[2] Ibidem. p 182.

[3]En el sentido de relacionar el conocimiento científico, la experiencia extra-científica y la práctica de la resolución de problemas.

[4]Concepto de Salud establecido en la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, 1948.

[5] En 2007, se produce el lanzamiento de la iniciativa de One Health(Una Salud)de un grupo de organismos internacionalescon el propósito de construir puentes entre las comunidades médicas animal y humana a fin de hallar soluciones a los conceptos interrelacionados de salud global, ambiente y pobreza; a esta iniciativa se asocia posteriormente la de One Medicine (Una Medicina). En efecto, tendencia moderna es ver la medicina como sola paro los animales, incluido el hombre, las plantas y en general el ambiente; por esto cobra valor un nuevo concepto de Biomedicina o medicina para la vida y la supervivencia más allá de su precepto básico de conservación y restablecimiento de la salud.

[6] RAMOS GUÉDEZ, José Marcial. Contribución a la Historia de las Culturas Negras en la Venezuela Colonial. p 212.

[7]Albéitar es el estudioso y conocedor de la atención de la salud de las bestias y de las artes del herraje, principalmente del caballo, desarrolladas por los árabes tanto en Medio Oriente como en los Califatos moros de la península ibérica durante el medioevo y el renacimiento. El albéitar debía demostrar su capacidad y era autorizado para su ejercicio, en España, por el Real Tribunal del Protoalbeiterato. En ocasiones era llamado Albéitar-Herrador osimplemente Herrador o Mariscal que es el equivalente francogermano del albéitar; concepto que cobra importancia debido a la presencia de alemanes en la conquista de Venezuela. La Mariscalería tiene un origen francogermánicos y fue potenciada por los contactos de los cruzados con la cultura islámica. Esta voz  proviene del término antiguo normando Menescal que pasó al latín medieval como «marescallus» o «marescalcus» y se encuentra en el occitano antiguo, como «marescal», con el significado de mariscal, herrador, veterinario. El vocablo Menescal se conservó intacto en la zona de Aragón y Cataluña y con él se designaba a los facultativos que tenían por profesión curar las enfermedades de las bestias.

Todos estos oficios son los antecedentes del profesional Médico Veterinario que aparece formalmente como profesión proveniente de la educación superior en 1761 con la fundación de la École Vétérinaire de Lyon por Claude Bourgelat y de la cual deriva la creación de las escuelas veterinarias en España, en 1792.

[8] HERRERO ROJO, Máximo. Esbozo sobre la Veterinaria en la Conquista y Colonización de América. p 24.

[9] Ambos términos son las denominaciones técnicas de epidemiología animal. Enzootia equivale a Endemia en humanos, y se refieren a enfermedades que se han vuelto comunes y sus brotes presentan números de casos que se aproximan a los esperados. Epizootia equivale a la Epidemia en humanos, y corresponden a los brotes de aparición violenta de una enfermedad con un número de casos mayor al esperado. Panzootia, equivalente animal de laPandemiaes una epidemia que se presenta en diferentes continentes a la vez. JAVITT, Milva. Hablemos de Epidemiologia Veterinaria. Entrevista realizada en Ene/2013.

[10] GUDIÑO TRUJILLO, Pompeyo. El Torrellero, un Hato llanero en Sarare. Entrevistas Marzo 2004.

[11] MENDOZA, Daniel. El Llanero. Ensayo de Sociología Venezolana. p 175-180.

El cuereo es el castigo corporal ejecutado con látigo de cuero.

[12] MENDOZA, Daniel. Op Cit. p 175-180.

[13] GUDIÑO TRUJILLO, Pompeyo. Op Cit.

[14] GONZÁLEZ GUERRA, Miguel. Medicina la América Aborigen. Un ensayo reivindicativo. pp 191-192.

[15] Cfa: GUDIÑO TRUJILLO, Pompeyo. El Torrellero, un Hato llanero en Sarare. Entrevistas Marzo 2004; con MENDOZA, Daniel. El Llanero. Ensayo de Sociología Venezolana. p 175-180.

[16] Según los investigadores P. Pelayo y M. Puig-Samper en su trabajo La obra científica de Löfling en Venezuela. Caracas (Venezuela) Cuadernos Lagoven. Editorial Arte. 1992,  señalan que esta Canela es una especie de laurel que se cría en los montes altos y espesos del pueblo de El Tocuyo.

[17] GONZÁLEZ GUERRA, Miguel. Medicina la América Aborigen. Un ensayo reivindicativo. pp 191-194.

[18] Pollak-Eltz identifica la planta como cocuiza pero la clasifica dentro del género Aloe, es decir Zábila, lo que deja un espacio de confusión que debe ser investigado.

[19] Es el Amoniaco, también llamado Corneciervo; recibe este nombre ya que en el Medioevo era extraído a través del calentamiento de la raspadura de cuernos y pezuñas de bueyes y ciervos.

[20] POLLAK-ELTZ, Evangelina. La Medicina Tradicional Venezolana. p 26.

[21] Ibidem. p 33.

[22] POLLAK-ELTZ, Evangelina. La Medicina Tradicional Venezolana. pp 36-37.

[23]Máximo Herrero Rojo, en su trabajo  Esbozo sobre la Veterinaria en la Conquista y Colonización de América. pp 13-14, sostiene que el Rey Alfonso X el Sabio en el documento llamado las Siete Partidas, declara obligatorio para los caballeros los conocimientos de Hipología e Hipiatría (curar y herrar caballos).

[24] BLANCO, Eduardo. Zárate. Salsadella (España). Los Libros de Plon. 1979. p 26. Esta obra que es considerada como la primera novela auténticamente venezolana, es en un mejor sentido una historia novelada ya que refiere hechos históricos acaecidos en los valles de Aragua, tradicional zona agropecuaria venezolana, durante el primer gobierno de José Antonio Páez tras la disgregación de la Gran Colombia de los cuales fue el mismo Blanco protagonista por haber sido edecán de Páez.

[25]HERRERO ROJO, Máximo. Esbozo sobre la Veterinaria en la Conquista y Colonización de América. p 11-12.

[26] MARTÍNEZ-FORTÚN FOYO, José A. Historia de la Medicina en Cuba: Siglo XVII. Panorama histórico en general. Estado de España y su medicina.

[27]DE MELO, Lúcio Esmeraldo Honório; DE OLIVEIRA MAGALHÃE, Francisco; VASCONCELOS DE ALMEIDA, Argus; y GOMES DA CÂMARA, Cláudio Augusto. De alveitares a veterinários: notas históricas sobre a medicina animal e a Escola Superior de Medicina Veterinária São Bento de Olinda, Pernambuco (1912-1926). p 112. Originalmente en:ANCHIETA, José de, padre. Cartas, informações, fragmentos históricos e sermões (1554-1594). Rio de Janeiro (Brasil).Civilização Brasileira. 1933 p 57. Traducción libre del Autor a partir del texto original en portugués.

[28] Idem.

[29] POLLAK-ELTZ, Evangelina. La Medicina Tradicional Venezolana. p 219.

[30] POMPA, Gerónimo. Suplemento: Enfermedades del Caballo y su Manera de Curarlas. En: Medicamentos Indígenas. p 266.

[31] FREITES, Yajaira. De la Untura al Producto Patentado: Una aproximación a las prescripciones de medicamentos de la Medicina Veterinaria en Venezuela (1884-1939).

[32]FREITES, Yajaira. De la Untura al Producto Patentado: Una aproximación a las prescripciones de medicamentos de la Medicina Veterinaria en Venezuela (1884-1939). pp 351-352.

[33] ROMERO, Telmo. Compendio de Veterinaria. p 21. Subrayado nuestro.

Las medidas farmacéuticas utilizadas (Libras, Onzas y Granos) son definidas por Lisandro Alvarado en Pesos y Medidas Usados en Venezuela, publicado originalmente en 1923, incluido en ALVARADO, Lisandro. Ciencia, Literatura e Historia: Selección de Textos. p 237, en el cual plantea las equivalencias de un Grano a 49,9 miligramos, una Onza a 28,7 gramos y una Libra (16 Onzas) a 460 gramos.

[34] ROMERO, Telmo. Compendio de Veterinaria. p 26.

[35] Ibidem. p 25.

[36] LANS, Cheryl; TURNER, Nancy; BRAUER, Gerhard; LOURENCO, Grant; yGEORGES, Karla. Ethnoveterinary medicines used for horses in Trinidad and in British Columbia, Canada.

[37] LANS, Cheryl; HARPER, Tisha; GEORGES, Karla; y BRIDGEWATER, Elmo. Medicinal and ethnoveterinary remedies of hunters in Trinidad.

[38] NOREYE GUANIRE, Carmen. Etnobotánica Medicinal y Cosmogonía de los Indígenas Warao de Tucupita y de la Isla de Araguabisi en el Estado Delta Amacuro.

[39] BENNETT, Bradley; y PRANCE, Ghillean. Introduced plants in the indigenous pharmacopoeia of Northern South America.

[40] ESTARRONA, José María de. Tratado Elemental de Materia Médica o Farmacología y Terapéutica Veterinaria.

[41] GALLEGOS, Rómulo. Doña Bárbara.

[42] MALASPINA, Edgardo. Crónicas sobre Médicos, Enfermedades, Hospitales y Medicina Popular

[43] Periodo histórico venezolano comprendido entre 1870 y 1887, denominado así por la presidencia del General Antonio Guzmán Blanco.

[44] Libro de Memorias del 1º Congreso de Agricultores, Ganaderos, Industriales y Comerciantes de Venezuela. p 200. Subrayado nuestro.

[45] Derrengadera es el nombre con el que se conoce en Venezuela a una enfermedad parasitaria que afecta a diversos mamíferos producida por protozoos flagelados del genero Trypanosoma y que causa anemia, enflaquecimiento y perturbaciones de la motilidad.

[46] Bobita, Peste Boba, Neumodisentería o Neumoenteritis, es un complejo de patologías que afecta terneros lactantes de pocos días de nacidos y caracterizada por diarrea continúa y afecciones respiratorias. Se produce a consecuencia de situaciones de stress que promueven un estado de inmunosupresión aprovechada por gérmenes oportunistas que provocan enfermedades en el tracto digestivo como el virus de la Diarrea Viral Bovina (BVD), la Salmonella dublin, la Escherichia coli, Coccidia sp. y enfermedades en el tracto respiratorio como el virus de la Parainfluenza 3 (PI3), el virus de la Rinotraqueítis Bovina Infecciosa (IBR), la Pasteurella haemolytica  y la Pasteurella  multocida.

[47] Arestín es una enfermedad de la piel que se observa como irritación y excoriación pruriginosa de las extremidades inferiores de las caballerías, tanto de manos como pies, debida principalmente a acúmulos de agua y barro.

[48] Libro de Memorias del 1º Congreso de Agricultores, Ganaderos, Industriales y Comerciantes de Venezuela. p 199.

[49] Nuche o Gusano Zancudo es una lesión dermatológica purulenta de origen parasitario (miasis) provocada por las larvas de la mosca de Dermatobia hominis o Dematobia cyaniventris.

[50] Libro de Memorias del 1º Congreso de Agricultores, Ganaderos, Industriales y Comerciantes de Venezuela. p 199.

[51] ARELLANO, Antonio (Recopilador). Relaciones Geográficas de Venezuela.

[52] VILA, Pablo; BRITO FIGUEROA, Federico; CARDENAS, Antonio Luis; y CARPIO, Rubén. Geografía de Venezuela. Tomo I  p 478.

[53]OVIEDO Y BAÑOS, José de. Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela.  Biblioteca Ayacucho. p 362.

[54] ARELLANO, Antonio (Recopilador). Op Cit. p 147.

[55] Ibidem. pp 147-148.

[56] Puede ser la condición patológica ocular que produce opacidad llamada comúnmente Catarata.

[57] ALTOLAGUIRRE Y DUVALE, Ángel de. Relaciones Geográficas de la Gobernación de Venezuela 1767-68. p 165.

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