¿DR., M.V., VETERINARIO O MÉDICO VETERINARIO?

EL GRAVE PROBLEMA DE LA IDENTIDAD PROFESIONAL

Dr. Naudy Trujillo Mascia; M.V.; M.Sc.

Yo lo que soy es veterinario!, Yo trabajo en Veterinaria de la UCLA!,

No me llamen doctor, yo no tengo doctorado!

 

Estas frases escuchadas comúnmente en nuestro ambiente profesional son las más grandes evidencias del problema de identidad que padece nuestra profesión.

 

Somos Médicos Veterinarios, somos Profesionales de las Ciencias Veterinarias, nuestro Decanato se llama Ciencias Veterinarias y somos Doctores!!! Eso debería estar clarísimo, pero pareciera que es menester recordarlo; veamos:

 

El vocablo VETERINARIUS, según Marco Porcio Caton Major en su obra De Agri Cultura (Sobre la Agricultura) del Siglo II a.C., era una palabra latina culta con la cual se denominaba al conocedor y practicante del cuidado de las bestias de carga. Esta palabra derivaría de veter, veterina o veterinae ‘bestia’ y narius ‘el que se ocupa’, lo que traduce “aquel que se ocupa de las bestias”. Igualmente, la raíz veter parece proceder de vetus ‘viejo’, porque se trataría de animales envejecidos, no aptos para las carreras ni los carros de guerra y sólo útiles para el transporte ligero. Aun en el siglo I d.C. la palabra VETERINARUM es usado por Marco Terencio Varrón en su obra Rerum rusticarum libri (Los Libros de las Cosas del Campo) para definir el sitio donde se alojan y se atienden las bestias.

 

Mas tarde, un seguidor de Catón y contemporáneo de Galeno, Claudio Lucius Junius Moderatus (a) Colúmela, en su obra Res rustica (Sobre el Campo) del Siglo I d.C., estudia los trabajos del campo desde la práctica de la agricultura, la ganadería y la apicultura, hasta la cura de animales, pasando por la elaboración de distintos productos y conservas. En esta obra de 12 volúmenes, considerada el repertorio más amplio y documentado sobre agricultura romana, Colúmela propone un nuevo y único nombre para el curador o sanador de animales, MEDICUS VETERINARIUS (El médico que se encarga de las bestias), con la intención de unificar los variados términos que existían en ese momento en el decadente Imperio Romano para denominar a los encargados de la medicina de los animales: Veterinarius, Mulo Medicus, Hippiatra, Medicus Equarius, Medicus Pecuarius, Buiatra.

 

Pero este se refiere a la etapa no formal de la profesión. Tratemos ahora de hacer un vuelo rápido por la historia y estudiemos el origen de los términos académicos y las denominaciones de los graduados con la intención de comprender mejor la situación.

 

Desde la antigüedad y por muchos siglos, las artes y las profesiones eran ejercidas por los llamados Oficiales (Personas certificadas aptas para un oficio). De esta forma, el proceso educativo se basó en el modelo del “aprender haciendo” y todos aquellos que quería dedicarse a una actividad debían insertarse en los talleres de los Maestros y completar una estadía de largo período en calidad de Aprendices para luego demostrar en un examen que había logrado desarrollar habilidades. Los Maestros no eran más que Oficiales que habían desarrollado un nivel tal de destreza y conocimiento en un área que les valía el reconocimiento de sus pares agrupados en un Gremio, Guilda o Colegio (del latín Colegum que significa colegionario o perteneciente a la misma legión o grupo y de donde deriva el término colega) permitiéndoseles también enseñar.

 

Hacia el Medioevo, coincide la necesidad de los gremios de mejorar la formación de los nuevos Oficiales, preparándolos no solamente para el arte y el oficio sino para enfrentar realidades dinámicas de las sociedades en convulsión, con la irrupción de movimiento religioso escolástico que procura la instrucción del hombre para un mundo mejor. Así, en el marco de acuerdos entre la Iglesia Católica y los Gremios, en el año 1088 surgen en Bologna, Italia, y luego se diseminan por toda Europa los Studium Generale, células primigenias de las posteriores llamadas Universitas Magistorum et Scholarum, las actuales Universidades, creándose las primeras organizaciones educativas denominadas Facultades destinadas precisamente a facultar o formar a los hombres que solucionarían los grandes problemas sociales: Filosofía (Problemas del Hombre con el entorno), Teología (Problemas del Hombre con Dios), Derecho (Problemas del Hombre con el Hombre) y Medicina (Problemas del Hombre Consigo Mismo); estas facultades instruían en el arte o en el oficio, pero además en el conocimiento universal (Las llamadas Artes Liberales o los Caminos o Vías del Saber que hacen al hombre libre: Trivium [3 caminos]: Gramática, Retórica y Dialéctica; y Quadrivium [4 caminos]: Aritmética, Geometría, Astronomía y Música) proveyeron a sus egresados del título de Doctus, Doctoris, Docto o Doctor que significa erudito, entendido, ilustrado, culto, competente, versado o maestro en un área (procede del termino del latín Docere enseñar; ¡porque solo enseña el que mas sabe!). Luego, la denominación Doctor se ha adjudicado a los Obispos y Canónigos, a los Abogados, a los Filósofos y a los Médicos por casi mil años.

 

Con las nuevas necesidades sociales y el advenimiento de las reformas universitarias del siglo XX, aparecen los grados o niveles de estudios universitarios provocando por un lado que los estudios convencionales fueran denominados de tercer nivel o de Licenciatura (por aquello que el profesional con su graduación tiene licencia para ejercer una profesión) y por otro lado la creación de los postgrados que comprenden los estudios de cuarto nivel: Especialización o Maestría, dependiendo si las destrezas adquiridas fueren operativas o investigativas/docentes respectivamente;y los estudios de quinto nivel: Philosophiae Doctor (PhD) también llamado en algunos países Doctorado, surgidos en la segunda mitad del siglo XX a raíz de los adelantos en las ciencias, en especial la atómica y la cuántica, con la intención de hacer acceder a las personas a un máximo nivel de conocimiento o sabiduría (Filosofía en el amplio sentido dado por la civilización griega clásica al término) en un campo determinado del saber.

 

No obstante haber aparecido los estudios de quinto nivel de la educación universitaria y a pesar de la reiterada intención de los graduados en ellos de secuestrar y monopolizar el uso del vocablo, el término Doctor sigue siendo usado tradicionalmente para referirse a las cuatro profesiones originarias, teniendo esta interpretación un arraigo profundo tanto en la cultura como en la mentalidad y en el subconsciente del colectivo

 

Mas aun, a través de la historia y por antonomasia de larga data, el uso del término Doctor se ha centrado globalmente en el que practica la Ciencia y Arte de la Medicina, al sanador, al que cura, al médico. En este sentido, el significado equivalente de la palabra Doctor en los diccionarios de cualquier lengua, idioma o dialecto universales es esa comúnmente su primera acepción, seguida de la referida al grado académico entregado por una universidad; y viceversa, si se busca el significado de palabras que denominan al médico en muchas lenguas su traducción es precisamente Doctor. Un ejemplo clásico es la palabra swahili Daktarii (Popularizada en una serie televisiva norteamericana del mismo nombre, filmada en Sudáfrica y que trataba sobre las aventuras de un Médico Veterinario que atendía especies exóticas) que traduce Doctor.

 

De hecho, universidades de muchos países, como las venezolanas por ejemplo, emitieron títulos de Doctor, refiriéndose a estudios de tercer nivel o de Licenciado, en varias profesiones pero fundamentalmente profesiones médicas (medicina, odontología, farmacia, medicina veterinaria e inclusive bioanálisis), hasta la década de los 1960’s. En el caso particular de la Medicina Veterinaria venezolana, la UCV graduó Doctores en Medicina Veterinaria hasta 1961.

 

Recordemos también que la Medicina a lo largo de su milenio de vida universitaria ha sufrido tres divisiones importantes las cuales han dado origen a las llamadas “otras tres Medicinas”: la Farmacia, la Odontología y la Medicina Veterinaria; mismas que han heredado su cuotaparte del respeto y del reconocimiento social, tanto como la denominación de Doctor.

 

Como vemos, es menester entonces tener especial cuidado con las denominaciones que usamos en la Medicina Veterinaria debido al grado de afectación que las mismas poseen en la identidad y en la visión social de la profesión, hecho que reviste un deber con una carga ética y deontológica importante.

 

Así, Veterinario a secas es cualquiera! porque se refiere al que atiende animales; es decir: el pastor, el caballerango, el arriero, el cochinero, el gallinero o el perrero; que aunque honrosas, estas ocupaciones no son la nuestra, nosotros somos Médicos Veterinarios porque obtuvimos el título universitario de esa profesión que nos acredita como “el doctor de animales”. Más aún, en Venezuela existe la Ley de Ejercicio de la Medicina Veterinaria que establece legalmente esa denominación a la profesión, por lo que llamarla de otra forma es hasta delito.

 

Existe ahora también el fenómeno de que queremos llamar a los Decanatos y Facultades, de Veterinaria y no de Ciencias Veterinarias, cuando ese es su nombre oficial; quizás sea a causa de la flojera mental o vocal, o porque simplemente por razones desconocidas e incomprensibles no nos gusta. El obviar las ciencias seguramente desmerita el carácter formal y académico universitario de nuestra profesión acercándola a riesgosamente al empirismo.

 

Asimismo, no les gusta a algunos Bachilleres su título y se han inventado las siglas E.M.V. que no figuran en ninguna parte del mundo como referidas a los aprendices de la profesión; y aunque reconozco no sé que significan ni de donde se originaron, creo que las siglas deben ser algo como Emergencia Médica Vehicular, Empleado del Mes en Valencia, Embustero Mas Versado o Ejemplo de Mediocridad y Vanidad, porque hasta donde sé, y aun en la tan criticada Misión Ribas, el, honroso por demás, título expedido en educación secundaria en Venezuela es el de Bachiller.

 

Pero quizás la enfermedad ocupacional emergente más importante en la Medicina Veterinaria Venezolana, por provocar agudos pruritos y cefaleas, es la que se relaciona al hecho de querer que solo se nos diga M.V. (Siglas comunes para Médico Veterinario) y no se nos llame Doctor o Doctora. Lo más raro es que ni nuestros colegas de las Ciencias de la Salud ni los Abogados padecen de esta extraña enfermedad. Probablemente estos profesionales están bien claros en su identidad o a nadie se le ocurriría, ¡a nadie!, decirle al Médico, al Farmaceuta, al Odontólogo o al Abogado otra cosa que no fuera Doctor. Imagínense como sería el caso, al referirnos a ellos diríamos: El O. ve la dentadura, el F. fabrica y vende medicamentos, el M.C. ausculta y prescribe y el A. redacta y firma documentos; o en sus tarjetas de presentación rezaría: F. Fulano de Tal, M.C. Perico de los Palotes, O. Mengano Sutanejo. ¡vaya Ud. a ver que cosas, no?!.

 

Esta inusual situación de que algunos colegas apelen a la sugerencia de que no se les llame Doctor quizás debe tener su origen en la autodetección de debilidades en su formación que implican no sentirse Médicos, hecho grave porque descubriría una carga de fallas fatales en la preparación y alejamiento del eje y de los valores y objetivos fundamentales de la profesión como lo es la salud y sanidad, en definitiva la biomedicina; o tal vez esta conducta radica en el hecho de que simplemente la persona no se inclina por el área clínica y se identifica con el resto de numerosísimas áreas que tiene nuestra noble profesión. Pero lo que si es cierto es que el Médico Veterinario que desdeña abiertamente su condición básica de Doctor, además de desconocer el más mínimo dato de su historia profesional, pone en evidencia su mediocridad y falta valores deontológicos y de espíritu gremial.

 

Pero, lo grave de esta conducta es que provoca que la sociedad, que estaba clara en su mentalidad colectiva de quien era el Médico de los Animales desde 1761 cuando el francés Claude Bourgelat la separó de la medicina humana y la instauró como profesión formal e independiente, se pregunte: ¿Si Tu no eres el Doctor de los Animales; entonces, quién sí lo es???. Y la respuesta que la sociedad eventualmente se dé va a ser tan variada como alarmante: Será el peluquero canino, el criador, el ganadero, el dependiente de la agropecuaria, el chino del abasto, el de la bodega que vende alimentos y medicinas para animales, el auxiliar de la farmacia, el biólogo marino, el ingeniero en producción animal, el agrónomo…Seré yo mismo!!!. Grave, No???

 

Recordemos que el peligro de la “prescindibilidad” social de la Medicina Veterinaria, al menos en Venezuela, sigue latente!!!

 

Somos lo que somos!!! Salvemos la Medicina Veterinaria!!!

Que vivan los Doctores y las Doctoras de Animales!!!

Depósito Legal: ppi201102LA3870

ISSN: 2244 - 7733

 

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