Un Otear Veterinario a La Espontanea Riqueza Agrícola de Santo Domingo de los Colorados. Un día con un Ganadero de la Región Tropical Húmeda Ecuatoriana.

 

José Manuel Aguilar Reyes DMVZ. M.Sc.

Candidato a Ph.D. Universidad de Córdoba, España.

jomaguila_79@hotmail.com

 

UN OTEAR VETERINARIO

A paso lento y caluroso, iba despertándose el día en un pequeño espacio de tierra de tres hectáreas que Don Apolinario Cedeño había heredado de sus padres, allá en el cantón Calceta de la Provincia de Manabí. Siendo muy joven y cuando frisaba los diez y ocho años, se casó con Etelvina Mendoza, una agraciada señorita de solo diez y seis años, que inocente pero inundada de amor se entregó a sus brazos, para juntos procrear cinco hijos en sus iniciales diez años de matrimonio.

 

Italo de nueve años, ya había asistido a la escuelita del lugar, al igual que sus dos hermanos que le seguían aunque con dos años de diferencia: Los restante hermanos los otros, aun no tenían la edad para asistir a la escuela, pero juntos formaban un rondín familiar que era la principal preocupación de Don Apolinario, que se sentía al sentirse impotente de poder otorgar a sus hijos una educación digna adecuada, y garantizar su alimentación y darles una estabilidad adecuada en general. Por causa de esa preocupación que siempre le acompañaba, Producto de esa preocupación, no perdía oportunidad de participar en reuniones donde se trataba de buscar mejores horizontes que mejorasen que tiendan a mejorar su estrato social y económico, que además estaba empeorando como consecuencia de significando su principal objetivo, estimulado por una insistente sequía que hacía meses azotaba la región y que amenazaba por prolongarse inmisericorde.

 

Una mañana, de las tantas que sucedían sin mayores novedades, paseaba pasaba cerca del parque central del pueblo, cuando observó a un nutrido grupo de personas que se arremolinaban alrededor de un señor, quien de forma estridente e en forma insistente, invitaba a viva voz a trabajar en unas nuevas tierras descubiertas, llenas de riqueza natural que él había conocido siendo un testigo viviente de sus maravillas. Se trataba de las tierras de Santo Domingo de los Colorados, llamada así en honor a unos indígenas que pueblan aun su territorio, pero que no son obstáculo para quien decida viajar, distante cientos de kilómetros de camino carrozable no estable, que se dirigía a Quevedo y luego al pueblo indicado, perdido en una selva primitiva.

 

Sin ahondar en más detalles y conviniendo trato con Don Filomeno Mata, el personaje aludido, él y otras personas más, decidieron continuar con las conversaciones a fin de materializar la propuesta, empujados cada vez con más insistencia, por la sequía que vivían. Llego sudoroso a su casa a contarle a su esposa el episodio vivido y lograr su apoyo, toda vez que con ella habían trazado tantas veces inalcanzables ilusiones, pero que ahora, veía posible cumplir ese sueño en tierras desconocidas para ellos; contando  con la aprobación de doña Etelvina, decidieron vender sus escasas pero importantes escazas pertenencias y transformar en dinero su patrimonio y prepararse en forma inmediata a cumplir su propósito, su oportunidad o tal vez su destino.

 

Era el día miércoles 12 de agosto de 1960, en una mañana con un sol punzante, mientras el viento desnudo agitaba a su paso a unas solitarias palmeras y escasas hierbas que resistían a la interminable ausencia de lluvias, Don Apolinario, su familia y otras cuatro familias del lugar, rayando las nueve de la mañana, se acomodaban como podían en un viejo camión de transportar ganado, para emprender camino a la tierra prometida, dirigidos por el señor Mata, con quien habían convenido el pago de una suma de dinero, resaltando el compromiso de ayudarles a conseguir las ansiadas tierras en su cercana meta. El viaje duraba dos días; en el primero, aspiraban llegar a Quevedo, dormir ahí y proseguir al otro día el camino a Santo Domingo, trayecto que lo hicieron sin mayores contratiempos, arribando a este pueblo el día viernes 14 de agosto de 1960 a las tres de la tarde.

 

El nuevo pueblo los esperaba en medio de una descomunal lluvia, acompañada de truenos y relámpagos, que se abrían paso ecilpsantes entre una obscura tarde que no distinguía invierno o verano, tornando difícil el arribo. El pesado camión se estacionó junto al único parque existente, mientras en su alrededor algunos curiosos orientaban sus miradas al nuevo arribo de “colonos”, que como hecho habitual se transformó en rutina en el pueblo. Cerca de treinta personas bajaron del vehículo para dirigirse apresurados en busca de comida que la encontraron disponible en el Restaurant “Miravalle” ubicado precisamente frente al parque indicado; saciaron su hambre de en forma precipitada, y tal vez con cierta ansiedad fruto de la incertidumbre que les aguardaba, disponiéndose ahora a encontrar una vivienda que les permita recobrar fuerzas y organizar sus nuevas tareas. Fué , eso fue posible, porque un emisario del “Gordito Velarde” les ofrecía hospedaje en el ”Hotel Victoria”, distante unos metros del sitio donde se encontraban.

 

Allí pasaron su primera noche en Santo Domingo, acompañados de una pertinaz llovizna, que por momentos se transmutaba transformaba en torrencial aguacero, para disminuir su intensidad conforme se acercaba el nuevo día. Rápido y eficiente se transformó Don Apolinario en líder del grupo, logrando contactos importantes en los siguientes días, contactos que los obligaba a ser parte de una nueva cooperativa de colonos recién formada de inmigrantes manabitas, que como ellos habían también decidido viajar a estas prodigiosas tierras. En pocos días logro lo ansiado, le fueron asignados por la cooperativa “Unidos Venceremos” de quien formaban ya parte con su esposa, dos lotes de 25 hectáreas para cada uno, en una productiva zona del oeste de Santo Domingo conocida como San Jacinto del Búa, área ribereña del este caudaloso río de la zona.

 

Presuroso y con el apoyo de sus pequeños hijos y esposa, construyeron una improvisada casita, que fue su primer “tambo” en esa audaz empresa por construir su futuro; luego vendrían los largos días del desmonte de la montaña, para dar paso a su proyecto de lograr una finquita mixta: agrícola y ganadera que fue su sueño vital deseo imaginario en tantas noches de desvelo en las noches sin sueño en su ancestral Calceta. Decidió sembrar “de todo”: unas pocas matas de plátano para su sustento, combinada con algunas plantas de cacao fino de aroma y disponer en los linderos de variadas especies de cítricos y aguacate, para poblar de robustos mata palo, guadua y fruta de pan la ribera de tres esteros que cruzaban su propiedad.

 

Pensando en el ingreso de recursos económicos diarios, sembró unas cuantas matas de café robusta, que sumado al cacao, podría proporcionarle un sustento permanente proveniente de la actividad agrícola. Pero el peso de su proyecto, comulgante con su legado familiar, era de ganadero; esa actividad la llevaba en la sangre y debía eclosionar inobjetablemente en sus nuevas acciones. Así resultó, desmontó para esta actividad no menos de treinta hectáreas y con el producto forestal, dispuso de cercas el contorno; dividió con cerca viva, compuesto de “mata ratón”, “caraca”, “piñón” y leucaena tres grandes potreros de pasto “Chilena”, beneficiándose previamente de la siembra de maíz que la práctica usual de pasto le proporcionaba, para terminar con un amplio y sólido corral.

Se dio tiempo para adquirir el hato bovino base de su futura actividad en su natal Calceta, viajando a propósito a comprar unas cinco vaquitas “jaspeadas” que tanto beneficio lechero le habían dado, cuando las pocas que poseía, las ordeñaba todas las mañanas, proporcionándole cada una un “balde” lleno de leche, calculado en diez litros de leche al día en un solo ordeño, cuya base principal de alimentación eran los secos pastos de la zona. Ante la dificultad de adquirir un semental de la misma raza, planificó que cruzarlas, unas veces con toritos Holsteing que de media sangre podía adquirir en la nueva zona o Brown Suiss cruzado, que sus posibilidades económicas le permitían, cuidando siempre en no cruzarlos con animales de carne o cebú que empezaban a aparecer, con más notoriedad en la región.

 

Es digno de señalar relievar que Don Apolinario, a pesar de su escasa cultura, poseía como atributo natural, el más difícil de los sentidos, el el desarrollo del sentido común. En efecto, decía y redecía “que sus animales para dar leche debían cruzarse con animales de razas de leche y no de carne, si queremos que ellos mejoren su producción”, para completar su arenga diciendo “a mí me gusta los animales criollos, como las “jaspeaditas”, esos animalitos son la base de mi ganadería”. Y tenía doble razón en su enunciado, aspecto que ni el Estado, con su maquinaria técnica pudo asimilar, para luego de quince años importar animales cebú, con el fin de cruzarlos con los animales criollos de la costa ecuatoriana, desapareciendo la producción local de leche y con ello la base de animales criollos que hoy pugnamos por evitar su desaparición.

 

Doña Etelvina, por su parte, se las arregló en la crianza de cientos de gallinas, patos y pavos, que inundaron los alrededores de su casa, raspando lombrices y gusanos de los alrededores. Esa carne que les serviría para completar su escasa dieta nutricional, garantizando con ello, la disponibilidad de carne cuando lo necesitaren o la venta de algunas de ellas, si así le exigía su hogar, para culminar con la ceba de rondaban por la casa algunos cochinillos, que igualmente, llenado con su tradicional ruido el día azaroso y rutinario, no sin antes invertir parte de su tiempo en el desmonte de una pequeña área de yuca y el cuidado de la siembra de hortalizas y plantas medicinales, costumbre que ella había heredado de su madre en su lejano Manabí.

 

No necesitaban improvisar nada, todo les surgía de manera espontánea, en la planificación de su estancia; que de paso, la organización cooperativista les servía solo para lograr un pedazo de tierra; luego el principio se esfumaba, para aparecer un individualismo, competitivo y absorbente que ha prevalecido como parte de nuestra cultura latinoamericana. En general el “manabita”, acostumbra a observar los linderos de su dominio desde su casa, ubicada siempre en lugares estratégicos altos; para ello, desmonta lo más que puede el horizonte, reemplazándolos de pastos o cultivos, dejando a lo lejos, unas pequeñas siluetas de montaña que le sirven de “rompe vientos”, completando su natural “complacencia”, cuando en las tardes puede divisar desde su casa, sus animales en el corral, dispuestos a pasar la noche y soltarlos al otro día, aumentando su ego, al mirar a los bovinos jóvenes salir en precipitada carrera en busca de alimento, seguida de la parsimoniosa y ordenada compostura de los animales viejos, que cautelosos se encaminan a los amplios potreros.

 

La llegada de Don Apolinario y los suyos a Santo Domingo, se produjo justo en el primer desplazamiento colonizador, que comprendió desde 1950 a 1960, fecha en la cual según datos de Patricio Velarde: “Santo Domingo de los Colorados, historia de su integración al espacio nacional (2004)”, en 1960 existían unos 10.500 habitantes, cifra que había crecido desde 1887 con 240 habitantes a la expresada. Por su parte, la población de bovinos, según el autor de la presente nota en su libro: “Precursores de la veterinaria en la región Tsachila” 2010, se estimaba en 3.000 ejemplares, significando el inicio de la gran ola expansiva que alcanzó hasta 1973 a 90.000 bovinos, la mayoría criollos que fueron desapareciendo por la inyección desmedida de genes cebú.

 

Se colige deduce, en consecuencia, que Don Apolinario llegó en pleno arranque del progreso agropecuario de Santo Domingo, siendo uno de los actores directos del proceso. En esa época, según el autor del presente ensayo, en su libro comentado, solo prestaban asistencia estatal, tres veterinarios; el primero, fue el doctor Enrique Espinel Salgado, veterinario que pertenecía al Banco Nacional de Fomento (BNF), quien llego a estas tierras en el año 1958, con el fin de respaldar técnicamente los créditos que esa entidad entregaba a los usuarios, siendo el primer veterinario oficial que piso tierras santo domingueñas. Seguidamente en 1959, el doctor Luis Pinto, recién graduado de la Universidad Central del Ecuador, llegó dirigiendo las brigadas sanitarias contra la fiebre aftosa, para dar paso en 1960 al doctor Luis Aníbal Narváez, quien por dos ocasiones llego a este suelo; el primero desde 1960 a 1963, desarrollando actividades de extensión, para regresar en 1973 encargado por el MAG de actividades en investigación.

 

Es fácil deducir el primitivo escenario selvático que le toco afrontar a nuestro invitado Don Apolinario Cedeño en estas nuevas tierras en el año de su llegada 1960. Careciendo de apoyo veterinario, él por simple deseo de supervivencia, continuaba curando, como en su ancestral Manabí, con plantas medicinales a sus animales domésticos, pues la presencia de técnicos en esa rama era insignificante como se desprende, no existiendo en consecuencia información del uso de medicamentos veterinarios, ni sobre agricultura en general que hubiera significado un gran apoyo a sus aspiraciones familiares; solos en medio de la selva, viviendo al lado del peligro se acostumbraron a desarrollar sus vidas, vidas que sumadas a otras, constituyen ahora el Santo Domingo actual, tierra llena de promesas y de realidades que merece mejor suerte política para plasmar en creces el sacrifico que constituyó la siembra de voluntades en su inicio.

 

UN DIA EN LA VIDA DE DON APOLINARIO

En ese deambular diario con sus animales lo sorprendemos ahora a Don Apolinario, cercano a los ochenta años, que según vemos no le han hecho mella alguna, continuando tan sólido y resuelto como cuando llegó a estas tierras desde su natural Manabí, para revisar con él sus habituales actividades, sabedores que esta acción es repetida diariamente por miles de pequeños productores, que llegados de otros lugares, han transformado a Santo Domingo en una vitrina de cultura, cuyo resultado es identificarnos como la zona agro-productiva más importante del Ecuador.

 

Mientras el hombre incremente su presencia sobre la tierra, se requerirán millones de vacas para suplir sus necesidades de alimentación. Don Apolinario con unas cuantas vacas en ordeño, es el mejor ejemplo de la continua lucha de él por sobrevivir y del producto de sus vacas por permitir subsistir a sus congéneres. Su ejemplar acción se inicia antes que el sol haga notar su cálida presencia sobre ese pedazo de tierra santodomingueña, tierra de memoria, que se forma con los rostros, los tiempos, los espacios, los sueños, promesas, historia y leyendas, de sus sacrificados habitantes, que ven en las vacas, la oportunidad de vida.

 

Ellas en número de quince, mugiendo aún bajo la luna llena, llegan desde el cercano potrero, arrastrando unas voluminosas ubres en busca, tanto de su comida que Don Apolinario, el trabajador y sus hijos han dispuesto en dos largos comederos del corral de ordeño, como buscando la presencia de sus hijos, los terneros, que ha propósito han sido separados de ellas la tarde anterior, para permitir así acumularse la leche en sus glándulas. Están acostumbradas a un rígido devocionario, ubicándose solas en el comedero, a esperas que una corta soga se cruce entre sus piernas, con el fin de inutilizarlas y proceder así al acto del ordeño, que no puede producirse si ella no olfatea a su ternero, que atado a su lado, espera impaciente que le dejen un cuarto de su madre o un poco de leche de los cuatro cuartos disponibles.

 

Don Apolinario, por no poseer recursos económicos suficientes, le es imposible comprar suficiente alimento balanceado. Corta pasto en las tardes y deja en la noche llenos los corrales de ordeño, rociando adicionalmente un poco de melaza, para tornar apetitoso para los animales este agregado. Por otro lado, los animales que posee, no son especializados en producir leche, sino doble propósito; es decir, que otorgan leche y carne como producción final para los consumidores, como la mayoría de productores pequeños de Santo Domingo, animales obtenidos al cruzar sus animales originalmente criollos y sus descendientes con toros mestizos de diferentes razas lecheras, en especial Brown Suiss, animal que ofrece mejores condiciones de adaptabilidad a las exigencias del medio tropical húmedo donde nos encontramos.

 

De las quince vacas ordeñadas en el día, unas veces su producción alcanza a 90 litros con un promedio de 6 litros por vaca día (v/d); en otras la producción llega a 105 litros v/d y por fin escasos días alcanza 120 litros v/d., dependiendo de la edad de consumo del pasto, tiempo de la campaña láctea de las vacas y otros factores climáticos adicionales. Es decir Don Apolinario tiene unos animalitos que producen un rango de 6 a 8 l/v/d., con un promedio de 7 l/v/d. Si valoramos al costo actual de un litro de leche de vaca (0.38 ct./dólar a nivel de finca), entonces tenemos que Don Apolinario, en el mejor de los casos percibe un ingreso diario por leche producida de $ 40,oo., que en el mes, llega a $ 1,200.oo, suma que se ve drásticamente

 

Disminuida al tener que pagar dos trabajadores su salario básico, que en el área de ganadería requiere; el uno para cortar pasto y otras labores adicionales, mientras que el otro se especializa en el ordeño, que desde las cinco de la mañana se produce y en labores agrícolas de relleno.

 

Luego del rutinario ordeño, la leche es dispuesta en sendos tarros que a su vez son colocados en la ribera del camino para que una camioneta los recoja, a partir de las ocho de la mañana, procediendo el vaquero a dejar los animales en el potrero junto a sus crías, que no dejan de suspenderse en las tetas, cuando caminan con sus madres, acompañados de unos bullangueros pericos que en forma improvisada aparecen en bandadas para guarecerse en los árboles elevados esparcidos y solos en los potreros. La misión mañanera avanza, pero antes que doña Etelvina con voz resuelta los llame al desayuno, ellos tienen que dejar en orden y muy limpios, tanto los utensilios de ordeño manual, como la sala de ordeño, que llena de estiércol y con penetrante olor a metano, se esparce en el medio, significando que en ese espacio se desarrolla una actividad histórica llena de hierba y ordeño, de mugidos y berridos, de leche tierna y espumosa que invita a un anticipado sorbo a quien pasa por ese lugar.

 

Seguidamente llega el ritual del desayuno, que doña Etelvina, como es su costumbre, prepara para los suyos. Los espera con un enorme jarro de leche recién ordeñada, que algunos la tiñen con café, para ofrecerles un suculento plato de arroz con carne, acompañado de verde asado, rodajas de queso y pan al gusto. Este sostenido desayuno les permite continuar con sus labores diarias, consistente en revisar las cercas, limpiar el corral de terneros y curar algunos animales que a propósito fueron dejados en el corral.

 

A partir de las trece horas, la rutina los conduce nuevamente a la cocina, donde su madre y esposa, ha preparado un rico almuerzo, consistente ahora en una sopa de fideos con papa, leche y huevo, asomando como segundo plato, una porción de arroz, acompañado de sardina y huevo frito, para dejar como postre un apetitoso maduro cocinado que acompañado de queso, constituye la terminación de esta segunda cita diaria con la cocina. Las siguientes horas las dedican a descansar para a las diez y siete horas, separar los terneros de sus madres y encerrarlos toda la noche en el corral destinado a esa labor.

 

Estas acciones diarias de respiración rural y campestre, han posibilitado con el transcurso del tiempo, que la ganadería se adueñe del medio, constituyendo un mundo infinito de cibernética y alegorías, que ya nadie lo puede cambiar siendo ya parte de nuestras vidas y del trajinar veterinario que incomprendido, deambula por la comarca, llenando de esperanza y tecnicismo la rica geografía colorada.

 

COMENTARIOS FINALES…

Finalmente si realizamos un corto análisis de la realidad del subsector pecuario de la costa ecuatoriana, se deduce, sin aspavientos, que la situación que ha vivido siempre el ganadero de la región ha sido angustiosa. Considero personalmente como técnico del sector, que uno de los más graves problemas que pesa sobre la ganadería ecuatoriana, es la vigencia por muchos años de los precios políticos sobre la leche y la carne, que jamás han permitido al ganadero encontrar ganancias estimulantes y con ello eliminar de un tajo la posibilidad de invertir en el subsector. Este solo hecho ha repercutido para que las profesionales ligadas a este subsector no hayan encontrado el estímulo adecuado para subsistir, ni desarrollarse, en todas las facetas de su dominio técnico.

 

Con la vigencia de estos precios políticos se maniató la débil economía del ganadero, que ve además que los precios de los insumos aumenta día a día, mientras el costo del producto, sea carne o leche, se mueve imperceptiblemente en el mercado, alejándose inobjetablemente el momento para que el ganadero, invierta en la mejoras de sus predios y/o busque mejores espacios de respuesta económica en el mercado internacional. La situación continua siendo paupérrima, demostrando lo que indico las estadísticas que se manejan en el subsector, que no las voy a singularizar totalmente por espacio, pero que su lectura en las fuentes especializadas, demuestran palmariamente la crítica situación del sector, que rebaza cualquier buena voluntad que exista en los gobiernos de turno. Sin embargo solo mencionare algunos, quizá los más espectaculares, buscando más consensos de la crítica realidad del subsector:

una baja producción de leche y/o carne por hectárea, producto, entre otros aspectos, de la insuficiente alimentación que en general otorga el ganadero a sus animales, en base de pastos solamente, a sabiendas que, aun en el mejor de los casos (pasto antes de la floración), el aporte de proteínas y calorías no alcanza las exigencias del animal en producción, debiendo acostumbrarse a complementar (no suplementar), diariamente a sus animales con proteína natural proveniente de leguminosas producidas en las propias fincas u otra alternativa nutricional que supere este estrangulamiento.

Este solo hecho nutricional, conduce a otras limitaciones asociadas ostensibles, como edad al primer parto y tasas de reproducción de los animales, que en nuestro caso son preocupantes, al producirse tardíamente y mantener largos intervalos entre partos espacios inter-partos muy largos, solo para mencionar dos aspectos. Sin sin embargo, constatamos hechos que como programas de mejoramiento inducen a introducir acciones de inseminación artificial en bovinos, usando semen de animales especializados, sea de leche y/o carne, cuando por un lado, la base alimenticia fundamental no está solucionada; y por otro lado, la valoración genética de los animales existentes no se ha producido, ni se ha determinado los intereses del ganadero, que requiere primero aclarar que producto requiere la zona, región y país, para producirlo con un tipo de animales que adaptados al medio, puedan ofrecer mejores condiciones económicas que mantener animales especializados.

 

La tasa de mortalidad de terneros en nuestra zona continua siendo elevada, estimada en torno al alrededor del 15% (PDDP, 2011). Esta cifra está en consonancia con la registrada en la zona de la costa ecuatoriana es comulgante con la registrada para toda la costa del país, prevaleciendo enfermedades gastrointestinales y pulmonares, en especial, que a pesar de los esfuerzos por disminuirla en estos últimos veinte años, sus estragos son catastróficos para la ganadería nacional. No se ha podido lograr, elevar la aceptación del ganadero común, en la importancia que tiene el consumo del calostro en las primeras horas después de nacido, repercutiendo negativamente en el desarrollo integral del futuro animal, para citar un efecto básico. De otro prisma, la desparasitación de animales menores se realiza “ciegamente”, amparados solo por las bondades de los antiparasitarios de moda que difunden las casas comerciales, pero nunca basados en resultados que el laboratorio veterinario determina referente a la fauna parasitológica de cada región del país, al comprobarse que la patología parasitaria de una zona y región del país es totalmente diferente, siendo la presencia del veterinario determinante en la toma de decisiones.

 

De otro lado, la desparasitación de animales adultos, continua siendo una carencia estructural que repercute de modo directo realidad, repercutiendo en la ínfima rentabilidad del subsector; así como, el uso desmedido y arbitrario de vitaminas y minerales, que no tienen sustento técnico dada la condiciones edafoclimáticas de Ecuador, puesto que el stock de vitaminas los laboratorios del mundo producen para países de cuatro estaciones, donde el uso de ellas es vital, cambiando el panorama para países de dos estaciones como el nuestro con sol permanente los doce meses del año, mientras que en relación al uso de minerales, éstos deben administrarse según la deficiencia de cada zona, determinada por los veterinarios especializados en nutrición.

 

Solo unas cuantas frases para no apoyar los programas de control de la fiebre aftosa, que se han realizado por años en nuestro país y que continua vigente actualmente. Considero que la estrategia sanitaria en relación a esta patología caducó y hay que cambiarla urgentemente. Todos los programas del Estado se han basado en el uso a raja tabla de la vacunación con biológico importado y administrada sin consideración del estado nutricional de los animales que la reciben, a sabiendas que si se aplica una vacuna a un ser bilógico, cualquiera que sea su especie, éste no va a responder inmunitariamente con la misma eficacia si se encuentra en perfecto estado nutricional. Esta realidad sumada a que se aplica el biológico sin consideración a la prevalencia de la enfermedad en la zona aludida, torna insostenible cualquier programa de control, peor erradicación, desestimándose el papel epidemiológico que el medio obra en beneficio o estimulo de la enfermedad que se desea controlar, para recaer este corto análisis en el fundamental papel de la genética del virus RNA, necesitándose que cualquier país deba realizar un seguimiento estricto y diario de vigilancia, con personal preparado y dirigido por veterinarios especializados, a fin de detectar a tiempo cualquier mutación que experimente o haya experimentado el virus de campo y ese material sea la base de la vacuna a aplicarse en el medio.

 

Sabemos las réplicas en seguidilla que existirá a este pronunciamiento, especialmente en lo referente al contenido vacunal (relación racial) que el actual biológico posee y que por ende se garantiza su aplicación, toda vez que además estos programas son aprobados por los laboratorios regionales oficiales. Esto es cierto, pero es mucho más cierto que el país y su riqueza pecuaria no deben correr riesgos, y eso lo garantiza el uso de un biológico que tenga como base el mismo material antigénico que pulula en el medio, sumado una realidad sanitaria mundial de utilizar estos programas para inocular diferentes biológicos que garanticen el control de otras patologías, cuya naturaleza afecta igual al hombre como a los animales.

 

Dejare finalmente solo mencionado, que la necesidad de exportar productos pecuarios se conseguirá en el futuro, si la profesión veterinaria llamada a tomar iniciativas, conmuta su actitud posición pasiva por una pro-activa, que basada en el manejo de la ciencia, permita y facilite al ganadero el manejo de sus predios como un sistema integral y empresarial, cuya base de gestión sea la unión del sector productor con el técnico, donde la división de pequeños, medianos y grandes productores no exista. Únicamente el desarrollo solo la vigencia de proyectos integrales, que respaldados y financiados por el Estado, los productores, las instituciones y la sociedad se inicie en la finca que se olviden del individualismo fratricida, del populismo fugaz y apuesten de modo decidido por la inocuidad, salud pública, calidad y competitividad de las producciones a la vez que al productor final y se comprometa con unas prácticas medioambientales respetuosas y el desarrollo endógeno sostenible del agro ecuatoriano y las llegue finalmente en las mejores condiciones sanitarias al consumidor final, cumpliendo el principio de cadenas productivas, alejando con ello el desconcierto y las individualidades en el sector agro-productivo del país.

Depósito Legal: ppi201102LA3870

ISSN: 2244 - 7733

 

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